En el mundo de los perros que se esconden, la clave del éxito suele estar en la quietud y el silencio. Los perros lo entienden implícitamente y emplean una estrategia de inmovilidad perfecta cuando se esconden a plena vista. Con el corazón latiendo sin aliento, esperan pacientemente a que sus dueños pasen. En esos momentos de tensión, cada susurro de las hojas y el crujido de las tablas del suelo se convierten en una posible señal de alerta, lo que hace que el perro contenga la respiración y rece por ser invisible. Es un emocionante juego del gato y el ratón, en el que hay mucho en juego y la recompensa de ser descubierto solo es igualada por la euforia de permanecer oculto.