En el caso de los perros, la clave para encontrar un escondite exitoso es mantener una cara seria (o, en su caso, una cola recta). Una expresión facial firme y una actitud desatenta permiten a los perros mimetizarse perfectamente con el entorno, lo que hace que sea casi imposible que sus dueños los encuentren. Al resistir la tentación de delatarse moviendo la cola o sonriendo, los perros se aseguran de que su escondite pase desapercibido, lo que prolonga la emoción y el suspenso del juego. Es una prueba de voluntad y autocontrol, y la recompensa final de permanecer oculto vale cada momento de moderación.