Tommy sintió una sensación de orgullo al entregar el dinero que ganó a sus padres, pero rápidamente se vio eclipsado por la comprensión de que todavía no era suficiente.
A continuación, Tommy decidió vender algunas de sus posesiones más preciadas: sus cómics y sus cartas Pokémon. Instaló una mesa en un mercadillo local y expuso su colección para que todos la vieran.
Fijó el precio de cada artículo cuidadosamente, tratando de obtener el mejor precio posible: “¡Cada centavo cuenta!”