La mirada vigilante de una madre
Lienzo
Tracey había estado observando a Max mientras disfrutaba de su libro. Lo vio jugar y su risa llenó el aire. Era un día perfecto, o eso creía ella.
La alegre presencia de Max y las travesuras juguetonas de los gatitos eran reconfortantes. Tracey sintió una profunda sensación de satisfacción, creyendo que habían encontrado el equilibrio perfecto en su nueva vida.
Sin embargo, la tranquilidad era engañosa y ocultaba el peligro inminente que estaba a punto de desatarse. En un instante, todo se pondría patas arriba y el mundo de Tracey se derrumbaría.