Un niño duerme rodeado de “gatos” hasta que un oficial le dice a su madre que entre al vehículo
Gatos traviesos
Lienzo
Esa noche, mientras Emma estaba sentada en su sala de estar, no podía quitarse de encima la sensación de inquietud. Los gatitos jugaban en su corral afuera, con los ojos brillando a la luz de la luna.
Observó cómo parecían moverse en sincronía, casi como si se comunicaran en silencio. Sus pelajes eran preciosos.
—Mamá, ¿crees que la señora Whitaker tiene razón? —preguntó Sam en un susurro. Emma dudó. —No lo sé, Sam. Pero tenemos que vigilarlos.