Una perra se niega a dar a luz. El veterinario grita: “Dios mío” cuando descubre la cruel verdad


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Los minutos pasan lentamente

Los minutos se convirtieron en una hora, y cada vez que la puerta se abría, sus corazones se aceleraban, solo para ser decepcionados por la aparición de otros dueños de mascotas.

El reloj de la pared moteada parecía hacer tictac más lento con cada segundo que pasaba. Una sensación de aprensión flotaba en el aire mientras la pareja contenía la respiración, esperando cualquier noticia, buena o mala.

El suave golpeteo de la lluvia contra las ventanas solo contribuía al inquietante silencio que había en el interior.


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