Una perra se niega a dar a luz. El veterinario grita: “Dios mío” cuando descubre la cruel verdad
Ojos bien abiertos, por fin una actualización
La tensión aumentó cuando el veterinario finalmente salió, con los ojos muy abiertos, y convocó a la pareja nuevamente a la sala de examen.
Su rostro lo decía todo: algo iba terriblemente mal. —Por favor, ven conmigo —dijo con un gesto y su voz era grave.
Sus pasos se sentían pesados mientras lo seguían de regreso. El veterinario sostenía una placa de rayos X y sus manos temblaban levemente por el impactante descubrimiento.
Los corazones de la pareja latían con fuerza, el momento que habían temido había llegado y estaba lejos de lo que habían esperado.