Se desató el caos
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Ni los peluqueros ni el resto del personal vieron las señales. No tuvieron ningún problema en llevar a su “gato” a que lo peinaran. “Solo una hora”, explicó el peluquero. Lo que no sabían era lo que realmente estaba sucediendo.
Cuando Carlita regresó a la tienda, vio que se había desatado el infierno. Uno de los peluqueros lloraba y se agarraba una toalla al brazo para absorber la sangre.
¿Qué diablos pudo haber pasado en menos de una hora?