David puede sentir los latidos de su corazón en la garganta mientras mira fijamente a la criatura desconocida en su patio trasero. Al principio, pensó que era solo una sombra, pero no era ninguna sombra. Fuera cual fuese el animal, a David se le heló la sangre en la sangre.
David Scott
Sabía que tenía que levantar a su pequeña del suelo y volver corriendo al interior, pero no podía; estaba paralizado. Entonces, la criatura avanzó, con los ojos fulminantes y las fosas nasales gruñendo hacia David y su hija. El tiempo se estaba acabando.